Hace años atrás, cuando vivía en Barcelona, fui una vez a ver a Belén Amaya.
Al día siguiente, en una nota que salió en un diario digital (esto era mucho antes de las redes sociales; ¡Dios, qué vieja me estoy poniendo!), la gente dejaba sus comentarios del espectáculo.
Y había un andaluz que nunca olvidaré, que le puso algo así como (con mucha más gracia que yo, obviamente): "Belén, después de verte bailar, me sentí como tu amigo. De esos que después del
show te invitarían a la playa a comer
pescaíto frito".
Pues eso justamente es lo que me pasó después de mirar el libro
Duermevela de
Ramón París (Venezuela) y de leer
esta entrevista donde cuenta cómo lo hizo.
Qué pena que el mundo físico no sea tan cercano como el virtual, porque si no,
seguro lo invitaba a comer
pescaíto!