Lo comparto plenamente.
Lamentablemente, en este mundo tan competitivo y a veces tan desleal, compartir lo que uno sabe o ha aprendido no es lo común. Más bien al contrario, se nos enseña a proteger lo aprendido y a guardarlo como un secreto de estado.
Cuando estaba en la universidad, éramos 47 compañeros. A veces se nos pedía que dibujáramos, por ejemplo, una tijera: ninguna, ninguna era igual a la otra, aunque hubiésemos partido del mismo modelo.
La diversidad, que nos hace únicos, también está en lo que hacemos, y es lo que hace que la vida y el arte sean tan maravillosos.
A veces, valiéndome de este medio tan virtual, le escribo a ilustradores que admiro y pregunto cómo hacen ellos sus creaciones. En pedir no hay engaño, dice el refrán, y sólo hay que ser sincero y tener un poco de buena educación.
A veces, pasa que ellos me responden; como personas "normales", trabajadoras y amables. Me confirman no sólo que son buenos artistas, si no que existen muchísimas buenas personas por ahí, que van a contracorriente, haciendo un poco mejor este mundo (mis más sinceros agradecimientos, por ejemplo, a Ingela P. Arrhenius y Òscal Julve).
(Todas las ilustraciones son de Òscar Julve)
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