viernes, 19 de agosto de 2011

No dia em que você nasceu


Como muchos amigos saben, el año pasado pasé 10 meses ilustrando un libro brasileño para niños de 88 páginas.
Laboralmente hablando, fue la peor decisión de mi vida.
No sé si alguna vez habrá dinero que pueda pagar la cantidad de horas que pasé trabajando, trasnochando, comiéndome las uñas.
Le hice un hoyo tremendo a nuestra precaria economía familiar (del que aún no logramos recuperarnos), casi hundí nuestro estudio de diseño, tuve el primer lumbago de mi vida, casi me cuesta la relación conyugal y definitivamente perdí la popularidad con varias amigas que simplemente dejaron de invitarme a sus reuniones, supongo que porque al final nunca podía asistir a ninguna.

Si lo pienso fríamente fue un error, por el lado que lo mire.

Sin embargo, qué hace uno cuando por primera vez en 40 años uno tiene la oportunidad de hacer realidad un sueño, alguien cree y apuesta en uno?
Uno sigue pisando sobre seguro y lo deja pasar?
O uno se arriesga y pierde muchísimas cosas importantes, sin estar para nada seguro de poder recuperarlas?

Mi libro, con toda su materialidad, con su éxito o su fracaso potencial, ya está impreso.
Fue lanzado el 5 de junio, en una pequeña librería de Sao Paulo.

Mi amiga Paula me leyó el primer día del año, que la carta del Loco que saqué de su Tarot  decía que iba a lanzarme a caminar por el aire, siguiendo una rosa.
Y así es justamente como me siento: aterrada de caerme desde el cielo, maravillada y feliz como un niño por estar volando.

jueves, 18 de agosto de 2011

Había una vez....

A los antiguos amigos: era justo y necesario, mi búsqueda por llegar a convertirme en una buena ilustradora estaba invadiendo y dejando sin aire al blog de mi familia (y se estaba transformando en un monólogo).

A los que se incorporan: contarles que los libros de niños han sido algo que, de alguna u otra manera, he intentado hacer, desde siempre.

Cuando era niña inventaba colecciones completas.
Luego crecí, estudié diseño gráfico y lo dejé.
No sé por qué lo dejé tantos años.
Pero un día, al ver dibujar a mis dos hijas -mis verdaderas maestras-, sentí que debía volver.

Y me da miedo: porque ya no soy tan joven y me queda tanto por aprender.
Porque soy conciente de que hay tantos ilustradores buenos.
Y porque no es fácil ilustrar entremedio de dos niñas que juegan, dos gatos, dos perros, un huerto que espera y trabajo pendiente.

¿Me esperan canas verdes?