Quizás lo que voy a escribir se cae de maduro, es demasiado obvio... pero aquí va: ¡He redescubierto las bibliotecas!
Lo he contado antes: vivo en una ciudad pequeña, que no tiene grandes lujos.
El comercio se resume a unas cuatro cuadras -aunque nos han empezado a invadir los inevitables supermercados y farmacias!-, no tenemos ni cine, ni tienda de géneros, ni frutos secos, ni se pueden comprar libros, así que no esperaba mucho de la biblioteca municipal.
Crasso error.
Una buena amiga me dio el ejemplo, inscribiendo a sus hijos estas vacaciones; considerando que me queda cerca, y que era, por último, una manera buenísima para que mis hijas pudieran familiarizarse con la responsabilidad de cuidar de algo que es de todos, ayer hice lo mismo.
¡Cuál no sería mi sorpresa al ver que los estantes de literatura infantil estaban llenos de los libros de mis ilustradores favoritos!
¡Con decirles que encontré libros que tuve en mi infancia y que nunca más había vuelto a ver!
¡Nunca llegué a la sección de adultos!
Me contaron que el organismo responsable de esta grata sorpresa es el DIBAM, así que, con toda la alegría del mundo, pido disculpas por haberlo omitido e ignorado.
Lo sumo al menú.
Mis hijas están felices leyendo sus Mampato y yo, muy documentada para seguirles mostrando nuevos hallazgos en ilustración!
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