Vale: el tiempo de cumplir una
promesa ha llegado.
Así que partiré el
Debate 1 con algo que me pasó la semana pasada, y que suscita muchísima controversia: las famosas
pruebas de ilustración.
Pasa más o menos así (con ciertas variaciones, obviamente): una editorial, empresa o agencia te llama o escribe para un trabajo. Dice que le gusta tu trabajo, pero (y aquí siempre viene el pero)... necesita asegurarse y te pide una
prueba de ilustración, generalmente gratuita, incluso antes de hablar del proyecto completo, de pedirte un presupuesto o de firmar un contrato formal.
A veces, esta prueba viene en un "formato concurso"; es decir, no compites solo por un proyecto, si no que la empresa ha llamado a dos o tres ilustradores más, y quiere ver las propuestas de todos, y escoger la que le guste más.
¿Problemas? Que, de no ganar, de no gustar o de haber algún tipo de sorpresa, tipo "el cliente ha cambiado de planes, y ha decidido postergar el proyecto indefinidamente", pierdes las horas trabajadas (y, por experiencia propia, estas horas suelen caerte justo en fines de semana, cuando tienes un cumpleaños familiar, o en medio de otra entrega gigantesca).
También, corres peligro de que te copien la idea, y la veas luego ilustrada por otro.
Ahora, bien, pregunto... ¿Pasa esto en otras profesiones?
¿Se imaginan lo que pasaría si uno le dice, tan campante, a un dentista que le tape una carie "a modo de prueba" y que luego, dependiendo de qué le parezca su trabajo, verá si le paga?
¿Qué pasaría si uno llamara a 3 jardineros y les dijera que tendrán que hacer un "trabajo de prueba" y que luego elegirá sólo al que lo haga mejor?
No nos confundamos: ser artistas, o ser "buenas personas", no nos tiene que convertir en poco profesionales.
Un buen profesional sabe cuánto vale su trabajo, y no lo regala (a menos que
quiera hacerlo, por alguna razón humanitaria, por ejemplo).
La parte difícil, el verdadero arte, consiste en cómo negociar esto, en cómo hacerlo ver al posible cliente, y ojalá, conservar el trabajo.
Lamentablemente, no tengo una receta mágica (de hecho, he perdido varios trabajos por lo mismo!), pero sí creo que ser educado, ayuda.
Explicarlo sin rencor ni sarcasmo, como si el otro,
de verdad, no viera que pedir esto es especular, no viera que le hace un gran daño a la profesión, porque convierte un oficio en algo que a la larga no puede sustentarse.
En el mundo ideal, todos los ilustradores debiéramos hacer un frente unido y no aceptar más "puebas", pues para eso existen los portafolios y la experiencia previa de cada profesional.
En el mundo real, esto no siempre pasa; más que nada, porque cuando las deudas aprietan, a veces hay que aceptar condiciones que sabemos que más adelante traerán hambre, no queda otra.
Pero, si pueden arriesgarse y escoger, les recomiendo acordarse de este
mail, enviado por el ilustrador Carlos Higuera, que -independiente del estilo personal- es un buen resumen de los puntos que uno debiera tener en cuenta a la hora de negociar un trabajo!